Salí a buscarte y no me paré en medio del camino como siempre me ocurre. No. Busqué mucho más a fondo de lo habitual, levanté piedras y miré detrás de los árboles. Escarbé pozos sin fondo y nade mares sin horizonte. Hasta aquel lugar en el que dicen que se acaba la tierra. Dónde las olas baten sin piedad contra las rocas, engullidas a diario por las aguas enfurecidas. En ese punto en el que las gaviotas elevan el vuelo asustadas, intentando escapar del mar en el que se hunden hasta los barcos más imbatibles. Y tú no estabas allí.
Pero no dejé de buscarte. No dejo de buscarte. Nunca dejaré de buscarte.
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