La llaman pesimista. 1, 2, 3, 4, 5 y un millón de veces. Le dicen que tiene el autoestima bajo, que debe aprender a quererse un poco más. A confiar en si misma y en los demás. Pero nadie se para a pensar en lo mucho que le cuesta. En que no lo hace por capricho, o por mantenerse entretenida con 1.000 agobios innecesarios y que ni siquiera ella llega a comprender del todo.
Que tiene miedo de abrirse y resultar herida (otra vez más no, por favor). Que le cuesta entender que está en el mundo para ser feliz, quizás porque nunca ha llegado a ver ni siquiera de cerca la felicidad absoluta.
Aun así, de verdad, hay tantas veces que quiere sonreir y decirse a si misma "todo va a salir bien. Ya lo verás". Pero después de todos los batacazos que se ha dado, ya no es capaz ni de intentarlo.
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