Estaba segura

Ella estaba tranquila. Estaba segura de que ese era uno de esos problemas
que se solucionaban de la manera más natural que existe: dejándolos pasar.
Estaba segura de esto hasta que un día alguien llamó a su puerta. Sabía que era
él, y el miedo que le daba abrir la puerta era mucho mayor de lo que jamás te
puedas imaginar. Con sigilo se acerco a la puerta y la mano se acerco al pomo,
temblorosa, dudando si abrir. Aquello podría alterar el orden de las cosas, y
ella odiaba eso. Le gustaba tener todo planificado milimétricamente, segundo a
segundo, convencida de que todo iba a salir según lo esperado. Hasta que
llegaban contratiempos como ese. El no debía estar llamando a su puerta en esos
momentos, no debía estar aguardando a que ella le abriese. Pero estaba
haciéndolo. Y con su acto puede que lo único que consiguiese fuese empeorar el
problema que se le presentaba. ¿Qué iba a pasar ahora? Ya no sería tan fácil de
solucionar, esa llamada lo cambiaba todo. Volvió a llamar, insistente. No tenía
nada que hacer, él sabía de sobra que estaba dentro así que no tendría más
remedio que abrirle la puerta. Y así lo hizo. En el oscuro umbral del rellano se
vislumbraba una sombra.

. . . (continuará)