(...)
- ¿Puedo pasar? – preguntó. ¿Por qué tenía la voz temblorosa? Aquello sí que le descolocaba. Abrió un poco más la puerta, lo que él interpretó como una respuesta afirmativa dando un paso hacia el frente, situándose así directamente debajo de la tenue luz de la bombilla. Lo que vio entonces la dejó asombrada. Él no era ni una sombra de lo que era la última vez que lo había visto. Su expresión parecía cansada, como si hiciese días que no lograse conciliar el sueño. Sus ojos, antes de un brillante y claro azul, parecían grises y apagados ahora.
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